viernes, septiembre 29, 2006

El hombre del ginseng



'Estación de tránsito' es uno de esos clásicos de librería de viejo; siempre habrá un ejemplar disponible en el anaquel de ciencia ficción, no falla. Este premio Nebula (1964) es entretenido, pero aunque promete mucho y está lleno de ideas, el final luce apresurado; las soluciones saltan de improviso, a mi parecer se abusa del deus ex machina, pero como diría José Luis Zárate, esos son solo detalles.

Enoch Wallace es un veterano de la guerra civil estadounidense que habita en una escondida zona rural de Wisconsin. Aunque ha pasado un siglo, el tipo no envejece, y su único medio de contacto con el mundo es a través del cartero, quien semanalmente le entrega su dotación de periódicos y revista científicas (Science y Nature, que tal). Esta es la historia de una conspiración, de la dificultad para comunicarse con los demás, del miedo a la guerra nuclear y la soledad.

La conspiración no puede lucir tan espectacular como nos lo imaginamos, de otra manera llamaría mucho la atención; es por eso que Ulises, el alienígena representante de la Comunidad Galáctica y aficionado a beber café terrestre, escogió aquel desolado paraje perdido en las montañas y a Enoch para servir de vigía en una estación de paso donde seres de varios puntos del universo que viajan a otros planetas hacen una parada técnica. La CIA se entera de su inmortalidad casi por casualidad, así que deciden espiarlo y envían a uno de sus agentes encubierto. ¿Qué mejor pretexto para alguien que explora cada rincón del bosque que un yerbero aficionado? Escrita en el contexto de la Guerra Fría, no solo hay referencias a China, sino que el mundo entero se encuentra cada vez más cerca de la guerra atómica, y sólo hay una última esperanza para salvar al mundo.

La inmortalidad de Enoch lo ha convertido en un paria dentro de su propio planeta, y tampoco pertenece a ninguna de las razas del universo conocido; está solo. Su única compañía son sus amigos muertos, proyectados gracias a una tecnología alienígena similar a la realidad virtual, sólo que un buen día estos deciden desaparecer. Tiene la puerta al espacio pero no puede usarla, aunque el contacto con seres alienígenas y los regalos que le hacen lo han convertido en una personaje 'cosmopolita' a su manera; pero también tiene a sus amigos, que lo quieren, pero no puede abrazarlos. Aunque está contento con su misión, la cruel monotonía de su realidad lo mantiene en un estado de melancolía permanente. El tedio lo rompe una chica, miembro de una familia de hillbillies grotescos, con una habilidad sobrenatural, o mejor dicho dentro del contexto de la novela, una habilidad para manipular las fuerzas físicas que rigen la galaxia (¡!). No entraré en detalles sobre la distinción entre ciencia y religión, pero el tufillo metafísico de la obra, que recuerda a la misma 'fuerza jedi', es uno de los elementos más importantes de la historia y es la misma que le da ese feeling de ciencia ficción pkdickiana. Las subtramas lucen maravillosas en sus planteamientos, pero las soluciones se entretejen atropelladamente y me dejaron un poco frustrado. El héroe no se transforma y la solución le llega a las manos, no se esfuerza mucho por buscarla, quizá esa era la idea; no puede alejarse mucho de la estación, ya que es la influencia de esta la que le brinda su inmortalidad. Sin embargo el paso del tiempo le cobró su cuota a la novela. Un dato curioso es que entre los usuarios de la estación, destacan unos alienígenas que parecen estar en camino a un rave, y la descripción de estas fiestas es encabronadamente similar en su concepto. Yeah.

Creo que nunca me he sentido solo, aunque recuerde ciertos momentos en los que tenía buenos pretextos para sentirme así. Aislado tal vez, pero solitario nunca. Lo paradójico de esta novela es que, dentro de su soledad, Enoch Wallace aun se preocupa por la Tierra, el lugar del que se propuso alejarse, y cuyos habitantes jamás darán muestras de convivencia y comprensión entre sus semejantes. La humanidad apesta, pero los individuos a veces son excelentes personas.

No recuerdo en qué momento me hice de este libro, seguramente en mis primeras expediciones a las librerías de Donceles. Hace tiempo que no compro en ellas, quizá porque desde que tuve trabajo y existe internet me acostumbré a encontrar mejores ediciones. Siempre tendrá su encanto hurgar entre el polvo, terminar con las yemas de los dedos impregnados de esa suciedad y olor tan característicos. El 'entrenamiento' visual te hace distinguir títulos en horizontal a una velocidad impresionante, y nada se compara con la sorpresa de encontrar una joya entre tanta mierda.

Escucho:

jueves, septiembre 21, 2006

Malos anfitriones



Qué mala fiesta la del 15; la diferencia entre una fiesta de adolescentes y una de adultos no es el calibre de las drogas, es la atención de los dueños de la casa; hay gente fina y gente que simplemente no lo es. Para bailar, los hombres formaron una fila y las mujeres otra…qué tal, nice party eh!

Después de leer 'El viaje del Beagle Espacial' de A.E. van Vogt se pueden sacar estas dos conclusiones a) nunca dejes entrar a un alienígena a tu nave y b) si ya está adentro, al menos compórtate como un buen anfitrión. Esta autor, pilar junto con Asimov y Heinlein de la llamada época dorada de la ciencia ficción, periodo comprendido antes y durante la Segunda Guerra Mundial, sentó las bases de la mecánica fílmica y televisiva fantástica de los años posteriores. Las crónicas del Beagle Espacial, una nave que abarca tres kilómetros cuadrados y diez pisos con tripulación de mil hombres, es el antecedente directo de series como Star Trek y películas como Alien. El autor demandó a los productores de esta última película por las similitudes con su trabajo, y llegaron a un acuerdo fuera de la corte.
Las cuatro historias que componen 'El viaje…', escritas entre 1939 y 1943, nos hablan de contactos con alienígenas mientras la susodicha nave explora los confines del espacio. Los conflictos de carácter político y profesional entre sus dirigentes son también los protagonistas; la vieja rivalidad (hoy superada) entre científicos y militares, los celos y arrogancia entre investigadores, el conflicto humano como el verdadero enemigo que impide el progreso de la expedición aun cuando están en extremo peligro (¿suena familiar?). Hay incluso una advertencia encubierta hacia las dictaduras. Las criaturas que hacen de la expedición una aventura, proceden de civilizaciones extintas, y su capacidad intelectual nunca es reconocida formalmente debido a que nunca existe un intento por parte de los humanos por establecer un medio de comunicación formal (ahora bien, los alienígenas tampoco se muestran muy dispuestos). Coeurl, un alienígena con aspecto de felino y tentáculos, es descendiente de una civilización que se destruyó en el clímax de su existencia, y el recuerdo de sus habilidades técnicas le llegan en forma de flashbacks. Con Ixtl, el invitado de otra historia, sucede casi lo mismo; su cuerpo está a la deriva en el espacio hasta que es rescatado por el Beagle, y una vez dentro decide aprovechar las ventajas que le ofrece su fisonomía molecular para escapar y reproducirse, depositando sus huevos en el interior de los astronautas capturados. Sabe que su civilización alguna vez controló varias galaxias, y arde en deseos de recuperar la gloria perdida. Al final, deja amedio terminar un arma que ha construido, lo que quizá signifique la única evidencia de sus conocimientos. Me pregunto si la humanidad, al alcanzar el punto más alto de la tecnología, volverá a un estado primitivo, tal como ocurre con las criaturas de este libro, paseando entre las ruinas de su civilización y esperando la llegada de otras razas a las cuales depredar.
La única excepción en cuanto al verdadero 'contacto' o intercambio de información son los Griim, seres con morfología similar a pájaros, cuyo propio sistema telepático colectivo, al intentar contactar a los humanos, resulta ser demasiado potente para el primitivo sistema neurológico que poseen los terrícolas, al grado de creer que se trata de un ataque. Pero la criatura más fascinante es la última, Anabis, una especie de conciencia gaseosa de proporciones galácticas o dios primitivo, como quieran verlo, que está a la expectativa de nuevos contactos, y cuya presencia, apenas percibida por un destacado miembro de la tripulación (graduado del nexialismo, la summa de todas las ciencias), hace que los humanos se preparen para un encuentro que puede definir el futuro del planeta Tierra.
En resumen, tengan la certeza de que siempre se puede aprender algo de las visitas, así que nada mejor que tratarlas bien.

Esucho:
Bran Van 3000

miércoles, septiembre 20, 2006

Te queremos Bruce


Sigo sin entender por qué a estas alturas del partido todavía se lucha por limpiar el término 'hacker' de cualquier connotación negativa. Deberían saber que la tan mentada 'opinión pública' jamás entenderá la diferencia entre un verdadero experto en sistemas y un 'delincuente informático', es decir aquel que comete crímenes reales y espionaje corporativo ocasionando pérdidas reales, el que roba dinero de cuentas bancarias y bases de datos para ofrecerlas al mejor postor (que en muchas ocasiones es el mismo gobierno); además, creo que a los verdaderos hackers no les importa mucho. Hay ingenuos que aun creen justificar estos actos bajo la premisa que sólo están 'demostrando la vulnerabilidad de un sistema informático'. Seguro son los mismos que aun piensan en la idea romántica del adolescente solitario-freak, imagen estereotipo llevada al extremo de la caricatura en nefastas películas como Hackers. Hoy los verdaderos ciberdelincuentes están organizados y son mayorcitos de edad, sus empleadores deben ser la mafia rusa o el Pentágono. En este sentido, el término 'ingeniería social', un sinónimo que me gusta mucho empleado para el espionaje informático, puede ser practicado por cualquier persona, sea hacker, ciberdelicuente o civil; hay gente muy hábil para practicarla. Para explicarlo a fondo Kevin Mitnick, personalidad de la cibercultura, regresará a México para dar una conferencia en una universidad católica; su controvertida carrera dio pié a las legiones de defensores del término 'hacker'; lo más curioso es que en México, aquellos que discuten hasta el cansancio sobre este tema tienen o muy poco o el conocimiento promedio de un programador estándar, simples fans. Por cierto, la página de internet de Mitnick fue atacada por hackers pakistaníes hace un mes, qué tal, como trama ochentera de William Gibson.
Encontré este cuento corto de Bruce Sterling; creo que es más que nada la sinopsis de la novela que tiene en mente, con el ingrediente de su recién adquirido objetivo de sus ataques, la tecnología RFID. Encontré que el ciberpunk, en el sentido artístico del término, murió en 1993, justo con el lanzamiento del disco homónimo de Billy Idol, quizá uno de los peores discos de la historia.
Esto en cambio es verdaderociberpunk; Torpark, creado por los misters de Hacktivismo, es un browser que encripta la dirección desde la que te encuentres para brindarte privacidad, sin tener que revelarle tus hábitos y costumbres a las empresas de mercadotecnia.
Escucho:
Weezer

martes, septiembre 12, 2006

Sitios extraños


Dentro de la bizarra y mítica geografía estadounidense, Lumberton, Carolina del Norte, es una comunidad que no le pide nada a su contraparte de la costa oeste, Santa Carla, California. Twisted places for twisted people.
La hipocresía y la envidia tienen el terreno más fértil en las ciudades (o círculos sociales) pequeñas, no sé por qué pero así sucede, al menos en México. El patio del vecino suele tener el pasto mejor cortado y su esposa a veces es la más bella de la cuadra; pero eso sólo sucede hasta que se pone el sol: un día como hoy pero hace 20 años se estrenó Blue Velvet, de David Lynch. Habrá que felicitar al Frank Booth que todos llevamos dentro, –baby wants to fuck!–. Booth y su reino suburbano del hampa en contraste con la ingenuidad del estudiante Jeffrey Beaumont y su virginal novia, Sandy Williams (Laura Dern, antes que se convirtiera en paleontóloga). Todos unidos por una oreja cercenada. ¿Me escuchan?

Santa Carla High


Existe un lugar en California, E.U., donde la gente duerme durante el día y se divierte toda la noche, y no es precisamente Las Vegas. A mi parecer The Lost Boys es una película stoner, digna de cualquier maratón de cine de halloween. En términos fantásticos, es un compendio de todo lo que deberías saber en caso de que los vampiros ataquen por tu cuadra, o como dirían los hermanos Edgar y Allan Frog (jojo), una guía para sobrevivir (¿a los 80?). Todos los elementos de las películas de terror de los 50 están contextualizados, y por supuesto nadie mejor que un par de nerds, dueños de una tienda de comics, para saber cómo manejar la situación. Alguna vez escuché que la película es en realidad es una analogía de los conflictos de la adolescencia; Santa Carla es un rincón para outsiders, una mezcolanza de hippies, cholos, surfers y punks, el paraíso para quienes desean escapar de su pasado o evadir la realidad. Es muy divertida, de las pocas que puedo recitar algunos diálogos. En realidad, analizándola fríamente, tiene un mensaje ultra conservador. Pero el que se lleva la película es el abuelo (deadhead), quien además de defender su lugar en el refrigerador, donde nadie podía tocar sus galletas oreo ni su delaware punch (pa'l munchie), declara que el único problema de Santa Carla es tanto maldito vampiro suelto (gran línea para cerrar). Ah, otros que tras bambalinas ayudan al desarrollo de la trama son por supuesto Thorn, el sabueso del infierno, y Nanuk, el malamut cazador de vampiros. El soundtrack fue de los primeros CDs que compré, aun precio exorbitante por cierto, pero valió la pena. Cry little sister.

jueves, septiembre 07, 2006

yeah right


Hay un libro titulado Spychips cuya edición en español acaba de salir al mercado. Lo primero que llama la atención es el prólogo de Bruce Sterling, el godfather del cyberpunk. Sin embargo, el estilo sensacionalista poco a poco nos descubre algo más temible: lo respalda una editorial cristiana (Thomas Nelson Inc). Fuck. Cualquiera puede abusar de las nuevas tecnologías; este libro sólo ofrece el lado negativo del RFID (detección por radio frecuencia). Big Brother mis huevos, ¿quién cree en las conspiraciones que cuentan con su propio manual? He escuchado la comparación del RFID como los 'nuevos códigos de barras'; no teman, acaso será una manera mas discreta de llamar la atención. Pero el asunto incómodo es el apoyo cristiano fundamentalista para 'prevenir' sobre el 'peligro' que representa la 'invasión de nuestra privacidad'. El neoconservadurismo tiene facetas insospechadas.

miércoles, septiembre 06, 2006

mensajes ocultos


Estoy seguro que la canción Rock Lobster (de los B-52s) guarda un significado macabro.

Se supone que los adolescentes detestan la música de los adultos. Sin embargo, vivimos un momento en el que los mayores de treinta visten playeras de The Strokes y los adolescentes-universitarios forman bandas con sonido de los años ochenta. By the way, hay algunos bastante huevoncitos que apenas se enteran que hubo algo llamado electroclash a principios de este siglo. ¿Se habrá desvanecido la brecha generacional? Esta puede ser la verdadera revancha de los body-snatchers.

lunes, septiembre 04, 2006

de vuelta a lo basico


Mi relación con la TV nacional terminó hace ya mucho tiempo. Mi Panasonic sólo funciona para ver los sitcoms y documentales del cable (cada cual con su versión de la realidad). Ahora escucho que todos comentan sobre el dichoso 'informe' de gobierno; ese día preferí platicar con los amigos y relajarme después de una semana de trabajo. La novela 'Incordie a Jack Barron', de Norman Spinrad, hoy puede parecernos un poco ingenua, con los ideales 'contraculturales' de los años 60 ahora obsoletos. La novedad de esta historia, escrita en 1969, era su particular visión de los programas de entretenimiento masivo, un talk-reality-show primigenio que explota la popularidad de su conductor aplicado al tenso ambiente político que rodea el universo de la trama. Otro punto es que plantea lo que sucede cuando los medios están bajo el control de un puñado de personas.
Aunque el informe que rindió el presidente contrasta con la realidad en más de un punto, la gente sigue creyendo en él, los mexicanos siempre necesitarán un mesías, una imagen paterna (intocable) que les diga que a pesar de los obstáculos todo sigue bien, que en el reality show de la nación, literalmente, los 'malos' son expulsados por votación. Todos aman a su Jack Barron tropical. Tiene años que no veo el canal 2, el 5, 7, 9, 13, acaso me habré detenido unos instante en el canal 11, al que considero un incipiente BBC de tercer mundo.
No tengo esas ideas anacrónicas sobre los medios masivos de comunicación y su 'influencia nociva', no me importa lo que programen ni lo que opinen sobre mi realidad, que hagan lo que quieran, después de todo es su dinero y ellos deciden; la verdadera 'democracia' (la pinche palabrita del año) está en mi control remoto ya que así puedo evadir el parloteo local –en el panorama básico del cable hay muchas más opciones–. Prefiero ver el último episodio de Will & Grace, ellos al menos lucen más coherentes que López Dóriga.

Escucho: