Se cree que esta afirmación pudo ser el producto de dos historias que se cruzaron; primero, la arrogancia y seguridad del mejor jugador de la época, y segundo su interés por lo sobrenatural (*)
Si el ajedrez podría constituir una excelente prueba de Turing, la idea fue desarrollada por primera vez en el ensayo de Claude Shannon, el padre de la teoría de la información, Programming a computer for Playing Chess, publicado en Philosophical Magazine de marzo de 1950. (El original de este ensayo fue subastado en febrero de 2005 por la casa Christie's, en un lote denominado Orígenes del ciberespacio, valuado entre 1,000 y 1,500 dólares (**)). En este, además de plantear los beneficios para el desarrollo de la inteligencia artificial que este tipo de máquinas podrían aportar, se hace un balance de los antecedentes en la materia; se cita el artículo Edgar Allan Poe, El jugador de ajedrez de Maelzel, donde se propone descubrir a una fraudulenta máquina creada por el alemán Wolfgang von Kempelen. La conlcusión de Poe sin embargo es una falacia, como bien apunta Shannon: como el autómata de Kempel ganaba y perdía las partidas, es decir no era invencible, entonces no podía ser una de esas máquinas perfectas que imitaban a la naturaleza, por lo tanto debía tener detrás a un operador humano -el autómata era operado por un jugador experto, escondido debajo de una mesa-.
En la vida real la inteligencia artificial sigue en desarrollo, y lo único que se presume es que Deep Blue le abolló la corona a Kasparov; mientras tanto Hal 9000 y Roy Batty han demostraron su eficacia ajedrecística en la pantalla grande, y al igual de la anécdota de Steinitz, la primera enloqueció y el segundo tuvo que completar una partida para poder acceder a su "padre" y preguntarle sobre la posibilidad de extender su ciclo vital.
El ensayo original de Shannon (PDF) aquí (en inglés).