viernes, mayo 08, 2009

El baile de máscaras en Twitter

‘Ahora si le callaste el hocico a ese payaso’ (Duel After a Masquerade Ball, Jean-Léon Gérôme 1824-1904)

Internet afecta la conducta de las personas, en algunos casos para mal, en serio. La posibilidad de cambiar tu identidad, amparado por el relativo anonimato que brinda la red, ha creado fenómenos como los trolls, el cyberbulling, el travestismo (computer crossdress) mal intencionado, y los comentados casos de asesinos o pederastas que buscan a sus potenciales víctimas a través de redes sociales (aunque estuvo peor la histeria colectiva propiciada por los medios de comunicación tradicionales). Para ejemplificar el asunto de la identidad en internet, nada mejor que la caricatura de Peter Steiner para The New Yorker (abajo), On the Internet, nobody knows you're a dog (1993), convertida en un clásico.



Ahora las cuentas de twitter abiertas por cualquier pelado a nombre de personajes reales (y famosos) es una peculiar tendencia. Ya en febrero la revista PC World hizo una lista con los 15 fake twitters más chistosos, y en noviembre del año pasado me había topado con los 65 más cagados; mi favorito es Chuck Norris. Antes escribí sobre los bloggers fantasma; no dudo que en muchos casos las celebridades integren en su staff a una persona dedicada exclusivamente a twittear cualquier cosa para mantenerse vigentes, aunque en este caso los usurpadores de identidad cuentan con la aprobación ‘del original’.

Twitter está de moda, es divertido, pero en este baile de máscaras, cuidar la imagen es un tema importante en materia de branding para empresas y personajes de la farándula; en la misma semana un artículo de El País habla del nombre personal como marca comercial, nada más lógico en materia de mercadotecnia, y en The Guardian hacen énfasis en sus virtudes para que las estrellas de la música estén en contacto directo con las audiencias.

Esto viene por el sonado caso del periódico La Jornada y su cuenta de twitter: un desconocido ha twitteado a nombre de este medio, en algunos casos con comentarios personales, y en la red muchos lo han considerado como un caso más del descuido editorial (y comercial) on-line en el que ha caído este diario –en lo personal, La Jornada perdió el rumbo y objetividad a nivel editorial desde hace tiempo–. Aunque la reacción de los bloggers aplicados en materia de redes sociales me parece acertada en sus apreciaciones, pienso que hay algo irónico: con tantos expertos en este tema, demasiados avatares en la misma dirección, se vuelven tan monótonos que le han dado la vuelta al paradigma de la falsa identidad: entre la turba, nadie los distingue. Seguir a expertos en RS llegó a aburrirme, quizá sea por su lenguaje, su formalidad.…