En Gran Bretaña, el país con más cámaras de circuito cerrado (cctv) por habitante*, se hizo público un análisis que reveló la nula efectividad de estos aparatos: por cada 1,000 cctvs sólo se resuelve un crimen al año. En otra cifra, de 269 sospechosos identificados mensualmente por este método, sólo 8 fueron detenidos. Pensemos que se trata de un país de 'primer mundo', ¿qué podríamos decir de los ingenuos (y corruptos) de la SSP-DF quienes creen que colocar cámaras en la ciudad ayudará a reducir el crimen? Si bien es cierto que el espíritu de la novela 1984 (Big Brother is Watching You!) sigue entre nosotros, en realidad esta 'vigilancia de estado' es francamente inútil.
Qué tedioso puede ser el trabajo de vigilar un muro de pantallas con gente en movimiento.
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Existe un negocio alterno sobre estos aparatos, que es por demás muy curiosos: la venta de cámaras falsas, con la idea de que los ladrones se vean intimidados por su presencia. Hay quien dice que son bastante eficaces, pero les otorgo el beneficio de la duda (los 'malhechores' siempre pueden usar máscaras). Una de sus frases publicitarias: Simule tener vigilado su negocio y sus empleados. Cada una de estas cámaras huecas cuesta alrededor de 600 pesos; dinero invertido en un aparato que técnicamente no funciona.
Esta década está plena de simulaciones.
Los videos de cctv son en si mismo una especie de nuevo género cinematográfico: entre las categorías pueden estar 'asaltos', 'persecuciones policíacas' y por supuesto los 'borrachos en tiendas'.
(*) Una cctv por cada 14 británicos; en Londres, cada uno de sus habitantes tiene la probabilidad de ser 'capturado' por las cámaras hasta 300 veces diariamente.
