miércoles, mayo 02, 2007

The Fridge Men

El lunes hicimos limpieza de libros en la oficina, un ritual que cada año efectuamos cuando los estantes son un verdadero asco y tenemos más literatura impresa de la que desearíamos tener. La política es simple: deshacernos de los textos que no sirvan para nuestros propósitos laborales –la pop-sci–, como los de ficción y aquellos de contenido esotérico-naturista-superaciónpersonal. Por supuesto hubo varias novelas adscritas a la moda del 'thriller-histórico' que se acumularon desde el año pasado gracias al boom de éxitos como El Código da Vinci, incluyendo una en la que el mismísimo Dante Alighieri tiene que investigar un crimen (¡!) Entre las piezas que rescaté se encuentra Criaturas del Aire, de Fernando Savater, una colección de historias narradas desde la perspectiva de personajes de la literatura y el cine. Como curiosidad, también me quedé con el controvertido A Million Little Pieces de James Frey, aquella novela que se publicitaba como autobiográfica pero finalmente se descubrió que todo era inventado; la duda es, ¿de haberse vendido como ficción se habría convertido en un best seller también?
Como lo dicta una regla no escrita, colocamos los 25 ejemplares sobrantes a un lado del pasillo que rodea el enorme tragaluz del edificio. Le avisamos a la gente, y para mi asombro en menos de cinco minutos se los habían llevado todos; recordé la imagen de los buitres en Nepal que caen alrededor de un cadáver y lo limpian en segundos.
Creo que he superado la etapa de 'en este país no se lee' por la de 'cada quién sus vicios' (parafraseando a JL Zárate). Después de todo, ¿quién soy yo para juzgar las lecturas de la gente? Al respecto, el libro ¿Qué leen los que no leen? de Juan Domingo Argüelles cobra especial significado, en el sentido de la libertad de elegir nuestras propias lecturas. Cuando veo el librero `publico' que tenemos estimo más mi modesta colección.
Ahora los estantes lucen ordenados e impecables, con los textos clasificados de nuevo por temas o tamaños, dispuestos a regalarnos sus conocimientos –que por otro lado casi los hemos exprimido hasta la última gota, pronto hará falta renovarlos–. Quién sabe por cuanto tiempo duren así, la dinámica del trabajo los volverá a movilizar, algunos se volverán caducos, otros se perderán (tengo la teoría que al año desaparecen al menos cinco), mientras una docena terminarán en el librero de otra revista de información general, tomados por supuesto sin nuestro consentimiento.

Escucho: Pocket Symphony de Air