If They Move, Kill 'Em…(*)
Escucho que los partidos políticos de la derecha mexicana utilizan la palabra 'fascistas' para referirse a personas que se manifiestan en contra de sus candidatos presidenciales, qué ironía...
La fascinación por la imaginería nazi se ha manifestado en distintas partes del mundo, descontextualizando sus elementos al grado de ser asimilados y adoptados por la cultura popular de muchos países, pasando por alto el significado histórico que tiene. Para Eric Rentschler, profesor de literatura alemana de la Universidad de Harvard, existe una "relación problemática posmoderna" con las imágenes y productos de aquella época (1933-1945), que han perdurado en una amplia gama de formas, incluyendo libros (tan solo en 2010 en Gran Bretaña se publicaron 850 títulos sobre el tema), grupos musicales, documentales, infinidad de sitios de internet, películas por supuesto e incluso juguetes y muñecos de peluche que son coleccionados por legiones de 'fans' de la parafernalia nazi. Guarda especial interés el hecho que la ideología de corte racista inherente a este movimiento político no haya impedido que en lugares tan disímiles como Japón, México o India haya gente que siga con especial interés la historia de esta organización y sientan afinidad por ella.
El antropólogo James S. Page, experto en estudios sobre la paz de la Queensland University of Technology, Australia, sostiene que el atractivo que ejerce la imaginería del III Reich en las sociedades del mundo se debe, entre otras cosas, al atractivo natural por lo macabro; los uniformes de esta organización pueden ser vistos como disfraces de Halloween políticamente incorrectos, y a diferencia de las criaturas fantásticas tradicionales, como los vampiros –tan devaluados a últimas fechas–, lo más siniestro en ellos es que el nacionalsocialismo fue real, y muy crudo. Si aún persiste el atractivo por ello, se debe básicamente a cinco aspectos que Page considera elementales, explicados en su ensayo
Deconstructing the enduring appeal of the Third Reich (
*):
"State of Deception: The Power of Nazi Propaganda"at Holocaust Museum (*)
Imagen atractiva. En 1936 el filósofo Walter Benjamin describió al fascismo alemán como la "estetización de la política", en vista de la cultivada imagen que tuvo el régimen nazi. La campaña publicitaria que caracterizó a este gobierno es comparable quizá con la de cualquier producto de consumo del siglo XXI. Oficinas y hogares ostentaban la esvástica, logotipo ubicuo tan sencillo que seguro es el sueño de un publicista moderno. La propaganda visual en torno al poder militar hizo énfasis en el diseño técnico castrense, desde aviones y submarinos hasta el stanhelm, el casco de uso reglamentario, utilizado desde 1916, convertido en un objeto primordial para los carteles que inundaban las calles -sin hacer de lado la coreografía de los desfiles o las impresionantes cintas de Leni Riefenstahl-.
Héroes de leyenda. Page apunta que los héroes trágicos de la Grecia antigua fluctúan entre la culpa y la inocencia, despertando la compasión del espectador; al manejar el ascenso y caída del III Reich como el de un pueblo que confió ciegamente en los líderes que los llevarían a la gloria máxima a través de una gesta de proporciones épicas, sólo para ser traicionados en el último momento, hace que la revisión histórica del nazismo pueda ser catártica para muchas personas.
Identidad histórica. El III Reich es una suerte de fantasma semiótico en el imaginario colectivo, una utopía o mundo idealizado cuya existencia efímera lo ayudó a alcanzar niveles míticos. Su historia puede percibirse por algunos como una suerte de leyenda, y a la manera de culturas desaparecidas como los mayas o los romanos cultivaron un nutrido grupo de seguidores quienes han construido con libertad una diversidad de teorías sobre su existencia, abriendo una peculiar licencia histórica donde convergen no solo especulaciones sobre sus orígenes, sino que se retroalimentan con elementos de la cultura popular que van desde extraterrestres, zombies y magia negra hasta platillos voladores en el Polo Norte y la Luna. Fue la mitología primigenia nazi, mezcla de tradiciones nórdicas, esoterismo, pseudohistoria y charlatanería lo que marcó una especial fascinación entre los aficionados a lo oculto.
Nazi super science…(*)
Culto a la tecnología. De acuerdo con Rosa Sala Rose, autora del
Diccionario crítico de mitos y símbolos del nazismo (
*), la fe en el progreso científico ocupa un lugar muy importante en los orígenes de la cosmovisión del nazismo, aunque a menudo "se manifestara en conceptos propios de la pseudociencia o la espiritualización de ideas originalmente científicas". Pero si esto se manifestaba abiertamente en su inútil lucha por demostrar que los humanos diferían entre sí a nivel genético, a nivel tecnológico los ingenieros alemanes alcanzaron un nivel sin precedentes en la historia al crear una serie de aparatos, métodos y sistemas que a la fecha son bastante conocidos, como los aviones a reacción, las autopistas o los misiles balísticos. En Japón existen legiones de aficionados a la tecnología alemana de la Segunda Guerra Mundial, quienes han formado un auténtico nicho en la cultura popular nipona. Tal como apunta Matthew Penney en su ensayo
Rising Sun, Iron Cross –Military Germany in Japanese Popular Culture (
*), las historietas japonesas con esta temática tuvieron un auge importante con la obra del reconocido artista Matsumoto Reiji, cuya serie titulada Senjo (Campo de batalla), publicada en la década de 1980, tenía además una evidente carga antibélica.
Gloria militar. Los aficionados a la Segunda Guerra Mundial se cuentan por millones. En estos círculos es conocida la idealización de ciertos generales y líderes militares como Heinz Guderian y Erwin Rommel, considerados como auténticos 'caballeros de honor' en el campo de batalla. En contraste, el filósofo alemán Jürgen Habermas ha sido crítico de tales distinciones, pues alega que esto difumina la línea entre culpables y víctimas, e implica la negación por asumir la responsabilidad histórica de los sucesos. Para las sociedades que han vivido libres de dictaduras militares, o cuya cultura castrense no juega un papel decisivo en su forma de gobierno, puede cobrar un especial atractivo esta clase de sociedad militarizada, que da una impresión de supuesto orden y disciplina ejemplar.
La cosmovisión nazi fue creada en base a las extravagantes ideas de científicos y políticos sin escrúpulos, cuyo cultivo se sostuvo en base al sensacionalismo y la propaganda, apoyados en buena parte por la pseudociencia y el fanatismo. De acuerdo a Rosa Sala Rose, su efectividad como producto de su tiempo consistió en convertirlo en un fenómeno de naturaleza religiosa, cuyos adeptos aún pueden encontrarse en buena parte del mundo. Su permanencia en el inconsciente colectivo, colocándolos como los villanos arquetípicos, quizá se deba a la magnitud de la herida que el fenómeno ocasionó en la historia, misma que aún no sana, quizá para que jamás vuelva a repetirse.