En el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona, España, los organizadores de la exposición Autopsia del nuevo milenio dedicada a James Graham Ballard lanzaron la convocatoria para un nuevo concurso de cortometraje de un minuto de duración, grabado con teléfono celular y cuya temática sea, por supuesto, ballardiana. Este será la continuación del Primer Festival de Videos Caseros Ballardianos, que cerró en febrero pasado, organizado por el australiano Simon Cellars y su sitio de internet, parada obligatoria para encontrar cualquier referencia al trabajo del escritor inglés. Pero ¿qué tipo de imágenes serían calificadas como ballardianas?
Si lo entendemos por su definición del diccionario suena bastante sencillo, aunque es un poco más complicado: Referente a James Graham Ballard (J. G. Ballard; nacido en 1930), novelista británico, o a su obra. (2) Que se parece o sugiere las condiciones descritas en los relatos o novelas de Ballard, esp. la modernidad distópica, los desoladores paisajes creados por el hombre y los efectos psicológicos del desarrollo tecnológico, social o ambiental.
Para recordar el relato Mitos del futuropróximo, donde los astronautas son vagabundos que habitan un derruido Cabo Cañaveral, basta con echar un vistazo al famoso ensayo fotográfico de Jonas Bendiksen, sobre el cementerio de naves espaciales en Kazajastán, compuesto básicamente por cohetes de impulso que han caído en aquella zona después de cumplir su misión y donde incluso las vacas han muerto por consumir pasto contaminado por el combustible de aquellos vehículos.
Otro ejemplo que recuerda su ciclo Crash-La isla de Cemento podría ser el video Vista 8 de Ben Slater, ganador de la primera edición del concurso antes mencionado.
Este es otro ejemplo que dan los organizadores para los que quieran participar en la segunda edición del concurso, titulado Road Research de Aleix Pitarch que muestra, en palabras del autor, la imagen de un fragmento de la realidad en crudo. Pitarch tuvo el gran detalle de incluir las coordenadas geográficas de la zona donde tomó la escena para buscarlas en Google Maps (+41° 30′ 57.10″, +2° 12′ 27.18″).
Pero quiero ligar el tema que traté en el post anterior; en ciertas novelas de Ballard el hombre debe lidiar con fenómenos extremos que han transformado su entorno y lucha para sobrevivir a las nuevas condiciones sociales impuestas (La sequía, El día de la creación). A diferencia de sus incursiones dentro de la neurosis urbana en otros trabajos, me llamó especialmente la atención aquel tipo de escenarios decadentes donde transcurren algunas de sus novelas (el cartel diseñado para la exposición en Barcelona muestra el chasis oxidado de un auto en el desierto), que demuestran el fracaso de la tecnología y el esfuerzo inútil del hombre ante la embestida de los elementos. Los casos y sus respectivas imágenes que incluyo a continuación los considero ballardianos por las circunstancias que los envuelven.
El hotel de corte futurista abandonado en el pueblo costero de Sanzhi, Taiwán, es una joya. Las fotografías son de Craig Ferguson, quien descubrió este peculiar complejo turístico de la década de 1960 que nunca fue terminado; después de numerosos accidentes mortales la obra quedó inconclusa, y nadie se atreve a demolerlo, pues se dice que las almas de aquellas personas aun rondan por ahí.
Una catástrofe tecnológica que desplaza a los humanos: la ciudad de Prypiat, Ucrania, de 50,000 habitantes, que fue evacuada debido al accidente en Chernobyl de 1986 y la tragedia ecológica del Mar Aral, donde las descargas de químicos mataron a la fauna y la desviación de los ríos adyacentes lo convirtieron en un incipiente desierto salino (se pueden ver grupos de camellos rondar por aquella zona). En el sitio de internet de Prypiat que han creado sus habitantes se pueden encontrar imágenes de una terrible belleza.
Parque infantil, Prypiat, Ucrania
Salón de clases, Prypiat, Ucrania
Zapato con musgo, Prypiat, Ucrania
Barco varado en los restos del mar Aral
En el magnífico sitio Fogonazos, encontré una peculiar entrada titulada Playas Fantasma de Mauritania; en la bahía de Nouadhibou han sido abandonados tantos barcos que se convirtió en el mayor depósito de naves chatarra en el mundo. Las imágenes de satélite son increíbles. En realidad, no hay nada más desconcertante que un barco, una mole de acero, varado en la playa. Con esto recuerdo el cuento 'El gigante ahogado'.
Nada más bizarro que un zoológico abandonado; gracias a Vision Beta me enteré de este caso en Sudáfrica: el parque zoológico de Rhodes fue cerrado en la década de 1970 por negligencia en el trato de los animales y por encerrar a estos en espacios muy pequeños. La galería completa aquí.
Para terminar, la noticia de la próxima transformación del edificio que albergara los Laboratorios Bell en Holmdel, Nueva Jersey, Estados Unidos, es de lo más significativo y por supuesto ballardiano; el sitio donde nació buena parte de la tecnología que hoy disfrutamos (el primer satélite de telecomunicaciones por ejemplo), y donde trabajaron seis personas acreedoras al premio Nobel, será convertido en un complejo de departamentos; el colmo sería que este fuera similar al edificio autosuficiente de la novela Rascacielos.
Explanada en el interior del edificio de los Laboratorios Bell, Holmdel, Nueva Jersey, E.U. Foto: New York Times
La foto del encabezado es parte de la serie Writers Room del sitio de internet del periódico inglés The Guardian; varios escritores muestran el lugar donde suelen trabajar y quienes aun viven hacen una descripción del mismo y de su rutina de trabajo. La imagen incluida corresponde al estudio de J.G. Ballard, donde ha trabajado en los últimos 48 años. Recordarlo en esta época cobra especial importancia, pues debido al cáncer de próstata que padece no se sabe con exactitud cuántos años de vida le queden.
Ballard es un autor extraordinario y fascinante, quien nos sugiere precaución ante el desenfrenado culto a la modernidad y al status social, para recordarnos que antes que nada somos simplemente unos mortales con aspiraciones a héroes mitológicos; la tecnología abandonada a la interperie es un signo de nuestras limitaciones, el mito de Ícaro materializado; al tratar de alcanzar el sol, el calor ha derretido nuestras alas, y Ballard en sus trabajos lleva esta metáfora al extremo. Nada mal para una persona que vivió su niñez en un campo de prisioneros japonés en la Segunda Guerra Mundial, resulta una reflexión bastante coherente –y necesaria para la época en que vivimos–.
Creo en el poder de la imaginación para rehacer el mundo, para soltar las riendas de la verdad dentro de nosotros, para demorar la noche, para trascender la muerte, para congraciarnos con los pájaros, para ganarnos la confianza de los locos.